Da la sensación de que la respuesta sexual de la mujer se halla mucho más influida por aspectos psicológicos que sexuales. Decíamos antes que el hombre se excita con poca cosa. La mujer, en cambio, necesita más alicientes. Lo más frecuente es que dé mucha importancia a los componentes psicológicos no sexuales que intervienen en la relación. Una mujer heterosexual, para excitarse sexualmente con un hombre, debe considerarlo agradable, afectuoso y emocionalmente interesante.
Contenido
La excitación en la mujer se refiere al estado de excitación sexual que produce cambios físicos y emocionales en el cuerpo.
Los genitales externos de la mujer responden al nombre de vulva. Bien es verdad que este nombre, impecable desde el punto de vista técnico, tiene poco predicamento. La prueba es que no se emplea como exclamación soez. Difícilmente oiremos a alguien diciendo “¡Vulva!” como indicación de asombro, interés o fastidio. Más bien oiremos “¡Coño!” o, con fines más explicativos que imprecativos, alguno de sus eufemistas ñoñismos malsonantes (“chocho”, “conejo”, “patata”…)
Aquí la vemos de frente, abierta, con los labios mayores apartados hacia los lados, lo que permite ver el clítoris, semicubierto por su prepucio. Más abajo vemos un orificio pequeño, el meato urinario, por el que la uretra vierte la orina hacia el exterior. Un poco más abajo, la entrada de la vagina, semicubierta por una membrana que deja un orificio central. Esta membrana es el himen el virgo, esta especie de «certificado de garantía» de que, por aquí, no ha pasado ningún pene. Ya veremos que eso no es tan cierto como parece.
El monte de Venus es la parte superior del pubis, carnoso, normalmente cubierto de pelo. En la vulva, normalmente, vemos los labios mayores. En la imagen de la izquierda la propietaria los está apartando un poco para que se vean bien los pequeños labios menores, también llamados «ninfas» (nombre que, a mí, me parece un poco cursilón). En muchos casos, los labios menores se ven un poquito sin necesidad de apartar sus hermanos adultos. Depende de los tamaños. No es problema que se vean un poco.
Cada tipo de vulva tiene su encanto particular. Entre las mujeres de los hotentotes (zona noroeste de Sudáfrica y este de Namibia) existía la costumbre de colgar pesos de los labios menores para alargarlos. La apariencia era tal que se denominaban «el delantal de las hotentotes». Los de la figura de la derecha son grandes, pero no constituyen ninguna enfermedad ni provocan ninguna disfunción. Hay chicas que se los operan para que sean más estéticos.
Descubierto en 1960 por el ginecólogo alemán Ernest Gräfenberg, la existencia del Punto G ha sido siempre discutida. Al parecer solamente un 50 % de mujeres poseen este curioso aditamento. Se encuentra en la parte superior de la vagina, entre 3 y 5 centímetros por encima del exterior. Al ser estimulado se produce en este punto una discreta erección y, con el orgasmo, una secreción de un líquido opalino, similar al segregado por la próstata masculina. Recordemos que las glándulas que provocan esta secreción son las llamadas periuretrales.
En la gráfica se explica la forma de acceder a tan gracioso botón. Un dedo hacia arriba, entre tres y cinco centímetros, y moverlo como cuando indicamos a alguien que se acerque, acariciando la parte superior de la vagina. Es conveniente que la vejiga esté vacía, pues la estimulación del punto G puede provocar ganas de orinar (con lo que se perdería el encanto de la situación). Nótese en la figura como los dedos solazan, a través de la vagina, la zona periuretral (o sea, alrededor de la uretra) y la parte interna del clítoris que se encuentra también por esos pagos, en tanto que el pulgar se ocupa de la parte externa.
¿Es posible para algún pene acceder a tan delicado artificio? La respuesta es sí, pero con muchas reservas. Es mejor intentarlo con la mano, pues pocos penes tienen la articulación necesaria para estimular hacia arriba tal como la yema de un dedo. La presión debe ejercerse con mimo y ternura, pues el punto demasiado estimulado puede quejarse. Si el dedo se cansa o no llega, se puede emplear un estimulador mecánico (de plástico o silicona) con una forma especial que permita acceder a la zona del inquietante botoncillo.
Las glándulas periuretrales (situadas alrededor de la uretra, y con puntos de salida en la vagina) fabrican una secreción clara, que, en los varones aparece desde el inicio de la excitación, y también en las mujeres, aunque confundida con la secreción vaginal propia de las glándulas de Bartolino. Los clásicos sostienen que las llamadas eyaculaciones femeninas no son sino la expulsión, por la uretra, de secreción periuretral, expelida en el momento del orgasmo femenino por las contracciones pélvicas que lo acompañan.
La eyaculación femenina no es un fenómeno frecuente. De hecho, solamente un 50-55 % de mujeres pueden detectar su punto G. Algunas de ellas comentan que, al estimularlo, alcanza un tamaño entre una avellana y una pelota de ping-pong. Antes del estímulo se percibe como una rugosidad, levemente convexa, cuyo tocamiento produce ganas de orinar. Es prudente vaciar la vejiga antes de llamarle a capítulo, no vaya a mojar de orina la cama y al resto de sus ocupantes, lo cual estropearía el encanto que estos momentos deben acreditar.
El clítoris ese curioso adminículo situado en la parte superior, y cubierto por un capuchón que, por abajo, se continúa con los labios menores, suele acaparar misterio y morbo a partes iguales. Los varones que conocen su existencia, suelen adjudicarle un uso prioritario en la obtención de placer, lo cual no es compartido por la generalidad de las mujeres.
El clítoris es un aditamento formado por dos cuerpos cavernosos (elementos constituidos por agrupaciones de vasos sanguíneos) En su parte anterior encontramos el glande, y es la única porción que asoma al exterior. El resto del clítoris permanece dentro del cuerpo, a ambos lados de los labios menores.
El clítoris no es tan pequeño como parece. Lo que sucede es que la mayor parte del mismo permanece oculta, dentro del cuerpo, en tanto que solamente la punta asoma al exterior. No es como el pene, vanidoso, que sale a exhibirse de forma ostensible y arrogante. Vean las dos figuras de arriba, en las que se expone el diagrama del clítoris, comparado con el pene, antes y después de su erección.
La longitud completa del clítoris es semejante a la de su oponente masculino. Las bifurcaciones posteriores se extienden por debajo de los labios menores, a ambos lados de la vagina, y también son receptivas en cuanto a producir placer con su estimulación. En muchas formas de practicar el acto sexual, el cuerpo del varón aprieta el clítoris, no solamente en la punta sino en toda su extensión cada vez que se apretuja contra el pubis de la mujer.
En el momento de la erección, la parte del pene que se hace más voluminosa es la externa. En cambio, el clítoris aumenta de tamaño en su parte interna. La erección del clítoris puede dar lugar a un aumento en centímetros tan potente como el de su compañero masculino, pero menos manifiesto para los espectadores.
Sensible y receptivo, desde el punto de vista erótico, parece estar creado, únicamente, para dar placer. Todo un detalle. Cuando Dios creó a la mujer (a partir de una costilla de Adán) se olvidó de soplar para insuflarle alma pero le concedió un clítoris y la capacidad para tener orgasmos múltiples.
Mujeres hay que, aún habiendo oído y leído acerca del clítoris, no están muy seguras de donde lo tienen, e incurren en similares torpezas cuando el pequeño travieso da señales de vida, pero sin mostrarse (cubierto por su capucha) con suficiente descaro. Habida cuenta de que hay otras partes de la vulva tan sensibles como el propio clítoris (el capuchón, los labios menores) la exploración al tacto no resulta suficientemente reveladora.
He tenido clientes que, solas o en pareja, han fallado estrepitosamente en la búsqueda y captura del interesante artificio. Y es que el clítoris, aunque muy sobrevalorado, cuesta realmente de hallar a menos que sea muy prominente. El tamaño de este artilugio es variable, desde milímetros a varios centímetros. Los más habituales pueden ser evidentes en fase de letargo, pero quedan perdidos en la espesura apenas se inicia la fiesta.
Hay mujeres que gustan de aumentar el tamaño del clítoris mediante el empleo de bombas de vacío, similares a las que usan los varones para favorecer la erección de un pene vago en cuanto a lograr su tamaño idóneo.
Como veremos, la excitación sexual de la mujer se manifiesta por el entumecimiento de clítoris, capuchón y labios menores, con lo que los dos últimos instrumentos pueden englobar al primero y hacerlo poco patente. También la excitación provoca humedades y secreción abundante de las gándulas vaginales y periuretrales. Por otra parte, el clítoris puede reaccionar con disgusto si se le acaricia directamente. Es muy suyo, y, en muchas mujeres, delicado. Tocar directamente el clítoris puede causar una sensación de intenso cosquilleo, agradable y desagradable al mismo tiempo. Es mejor actuar sobre él a través del capuchón, o con la mano plana sobre los labios menores y mayores, o acariciándolo “desde arriba” a través del monte de Venus. La lengua bien húmeda es el órgano sexual que el pequeño clítoris acepta mejor como compañero de viaje, a condición de que se comporte en forma paciente y tenaz. Como muy bien respondía un clítoris suspicaz, al ser preguntado por otro clítoris malintencionado acerca de su relativa sequía en cuanto a placeres: “¡Malas lenguas!”.
Todos los clítoris son sugestivos y fascinantes. Un clítoris pequeño tiene dificultades para descubrirse. Bien es verdad que, en momentos de excitación sexual, el clítoris se engrandece. Pero (también hay un pero) el prepucio que lo recubre también se hace más grande y puede llegar a taparlo.
El himen es una capa delgada de tejido que oculta parcialmente el orificio vaginal de algunas chicas y mujeres. Al himen también se le llama ‘el virgo’ de las mujeres. También es una variante de la normalidad en chicas vírgenes. No vayan a malpensar los muy malvados que es el himen de Blancanieves tras su convivencia con los enanitos.
La relación entre ‘himen’ y ‘virginidad’ merece comentarios. Algunos autores consideran ‘virgen’ a la persona que nunca ha obtenido ningún tipo de goce carnal. Es decir, que no ha tenido relación ninguna con otras personas ni siquiera se ha masturbado.
Otra forma de considerar la ‘virginidad’ es llamar así a la ausencia de cópula carnal que comporte introducción vaginal. Así expuesto sirve igual para mujeres que no han permitido intromisiones en su vagina, como para hombres cuyo pene no ha accedido al interior de vagina alguna.
Esta segunda forma es la más generalizada. Encaja con la plegaria a Nuestra Señora María citada por Anatole France: “Tú que fuiste madre sin dejar de ser virgen, hazme cesar de ser virgen, sin ser madre”
En Francia es corriente el concepto de ‘medio vírgenes’ acerca del cual escribió Prevost un libro famoso (‘Les demi-vierges” 1894). Se trataría de señoritas que han accedido a todos los goces carnales, pero cuidando de evitar la penetración vaginal.
A veces se habla de ‘virginidad de la vulva’ o ‘del ano’ o de ‘la boca’ para indicar el orificio empleado (o no empleado) como instrumento de solaz para los arietes masculinos allí mimados.
Desde el punto de vista forense, la virginidad en la mujer se diagnostica por la inspección del himen. Algunas personas creen que el himen es algo así como una especie de cierre completo. No es así. Un himen sin su hendidura central no permitiría el paso de la menstruación, por lo que causaría abundantes problemas.
El himen, durante las primeras fases del desarrollo fetal no existe como tal. La delgada capa de tejido que cubre la vagina en esta etapa por lo general se abre parcialmente antes del nacimiento. El tamaño y forma de esta apertura o aperturas varía mucho de una chica a otra. Hay niñas que al nacer no tienen himen, porque el tejido se divide por completo mientras están aún en la matriz. A veces esta apertura no ocurre, resultando en un himen no perforado. El pediatra debe examinar la vulva de la niña recién nacida para asegurar que su himen se halle perforado.
Los tejidos de la vulva antes de la pubertad son generalmente muy delgados y delicados. Cualquier actividad que someta a tensión a los tejidos de la vulva puede estirar o lastimar el himen. Como resultado, muchas niñas y adolescentes lastiman o dilatan su himen al involucrarse en actividades físicas como deportes, montar a caballo, insertar y remover tampones, y mientras se masturban. Una niña puede no saber que esto ha ocurrido, porque puede haber poca o nada de sangre perdida o dolor durante este evento. También puede ocurrir cuando es demasiado pequeña para recordar o comprender lo que ha ocurrido.
La unión carnal origina la laceración de varios puntos del himen, lo que se acompaña, generalmente, de una pérdida de sangre. Es frecuente llamar a tal proceso desfloración o desvirgamiento. Desfloración es una metáfora que considera la mujer virgen como una flor intocada (‘flos virginitatis’).
Puede ser que el himen no se rompa durante la desfloración. Hay hímenes con la hendidura grande y elástica, que no llega a lacerarse. Es un error común, aún en médicos, creer que si un dedo penetra en la vagina es porque se ha realizado la desfloración. Pero esto no es así en un elevado número de casos (más del 70 %).
Hay hímenes fáciles de ‘leer’, en tanto que otros causan la perplejidad incluso a personas experimentadas. Las incisiones que llegan hasta la base y que están separadas por una hendidura en forma de triángulo son las más dudosas. ¿Himen intacto escindido o laceración? A veces, las pequeñas cicatrices que acompañan la hendidura principal son útiles en el caso de diagnósticos dudosos.
El himen no desaparece cuando se inserta algo en la vagina, sólo se estirará o rasgará lo suficiente como para permitir la entrada de lo que se esté insertando. Si por ejemplo, una adolescente inserta dos dedos en su vagina mientras se masturba, su himen aún puede rasgarse al tener coito por primera vez, ya que un pene promedio es más grueso que dos dedos. Una mujer que haya tenido sexo vaginal puede tener aún presente tejido del himen; este tejido remanente puede ocasionar dolor durante el coito. Si la pareja de la mujer tiene un pene más grande que sus parejas anteriores, o una pareja prueba una nueva técnica o posición durante el coito, el himen puede volver a rasgarse, o hacerlo por primera vez. Cuando los médicos examinan a muchachas preadolescentes y adolescentes para buscar evidencia de abuso sexual, buscan heridas en el himen; el himen puede permanecer intacto excepto por una sola herida. Remanentes del himen están normalmente presentes hasta que la mujer da a luz a un bebé vaginalmente.
El himen puede romperse al cabalgar, al andar en bicicleta o al realizar un ejercicio brusco por lo que su ausencia no prueba que la mujer no sea virgen. El himen puede romperse accidentalmente.
Está demostrado que los tampones distienden progresivamente el himen y acaban ensanchando el orificio. Lo mismo puede decirse de la práctica regular de la equitación, de la danza o de ciertos deportes violentos.
Pero también existe la situación opuesta. La elasticidad del himen es tal que, a veces, permanece íntegro después de varios contactos sexuales. Es más, hay casos de mujeres embarazadas con el himen intacto. Por tanto, ni los mismos médicos pueden constatar si una mujer mantuvo relaciones sexuales en el pasado, posea o no la membrana vaginal.
No se conoce la finalidad concreta del himen. Algunos expertos sugieren que el cometido del himen no es otro que el de servir de barrera protectora contra las infecciones durante la niñez. Pero a falta de conocido provecho biológico, el himen ha adquirido un valor simbólico que sólo ha servido para discriminar al sexo femenino. En algunas sociedades el llamado virgo se consideraba un marchamo de garantía de la honra femenina y las recién casadas estaban obligadas a demostrar en la noche de bodas su virginidad. En la actualidad, ésta ya no se considera ni un valor ni una garantía de pureza, salvo en los países musulmanes y entre ciertas etnias, como la romaní (hay que ser políticamente correctos y no llamarles gitanos) en las que este mito está profundamente arraigado.
Hay empresas que ofrecen un himen artificial que, colocado a la entrada de la vagina, se desgarra con la penetración remedando el tacto de un himen lacerado in situ, al tiempo que destila “sangre” de tramoya en cantidad adecuada para que el poseedor del pene infractor crea, con orgullo, que es el primer usuario que circula por los santos lugares.
El engendro es una pieza que debe insertarse una hora antes de los festejos en el lugar pertinente. Con la humedad se hincha y se adapta al espacio que lo arropa. Dicen los entendidos que la vagina es un espacio virtual, que se manifiesta cuando los aditamentos satisfactorios se introducen y aposentan, mutando la virtualidad en realidad.
El himen, en muchas culturas, es una especie de certificado de garantía, como un cuenta quilómetros que marca cero mientras el vehículo espera a su primer dueño. Igual que un vendedor de coches usados truca los contadores de sus tronadas gangas, ciertas señoritas de ingle fácil gustan de zurcir sus rasgaduras a la hora de aportar sus candidaturas a una boda de rumbo con algún panoli de postín.
En los países musulmanes un virgo incólume es requisito imprescindible. Ellos no han desarrollado la técnica romaní anteriormente comentada. Es el marido con su palo natural, nada de pañuelos, el que escarba en busca de impedimento, rotura y sangre. Se ve que el truculento “gadget” ha sido descubierto por las mahometanas, las cuales provocan una violenta oleada de paquetes discretos, vía Western Union, que han puesto moscas bajo la nariz de los barbudos burlados.
El prospecto precisa que la membrana artificial y el líquido «no son tóxicas (…) ni tienen efectos secundarios». En las sociedades musulmanas conservadoras sí los ha tenido. Los Hermanos Musulmanes, un movimiento islamista que copa la cuarta parte de los escaños del Parlamento, y buen un puñado de teólogos e imanes se han movilizado en Egipto para que se prohíba el «kit». En El Cairo fue Abdel-Moati Bayoumi, del Centro de Investigación Islámica quien emitió una fátua (edito islámico) que condena a los importadores porque «expanden el vicio y animan a las chicas a mantener relaciones ilícitas al saber que pueden «recuperar» su virginidad». El iman Yussef al Badri exige que aquellos que «vendan el himen artificial sean azotados, encarcelados o expulsados del país para que nadie se atreva a seguir su ejemplo».
Ciertas culturas, legendarias por el respeto que sienten por las mujeres, recomiendan cortar el clítoris a las niñas para que, de mayores, no sientan placer. Con ello, los varones dominantes creen que las mujeres no les pondrán los pertinentes cuernos. Los clítoris, presuntos pecadores, son cercenados en la mayor parte de los países africanos y en algunos asiáticos. Qué desperdicio.Anualmente, unos dos millones de niñas corren peligro de ser sometidas a la mutilación genital de la mujer.
Según datos de la UNICEF, la mutilación genital femenina se practica en muchos países del mundo, como Senegal, Malí, Kenya, Gambia, Yemen y Omán. Uno de los países donde la práctica es más frecuente es Guinea, donde el 99% de las mujeres han sido sometidas a la mutilación genital femenina. También existen informes de que la práctica ocurre en algunas comunidades de inmigrantes en Europa, América del Norte y Australia.
La ablación del clítoris, o clitoridectomía, consiste en la extirpación cruenta del clítoris, la cual, en los países africanos suele ser llevada a cabo mediante instrumentos rudimentarios, o incluso por arrancamiento mediante un imperdible. La infibulación es el cosido y cerramiento casi total de los labios mayores y menores de la vulva con diversos materiales: fibras vegetales, alambre o hilo de pescar…
La ablación forzada del clítoris inflige dolor y provoca traumas, lo que es aún más grave cuando se lleva a cabo sin anestesia, que es lo habitual en esas zonas. El empleo de objetos sin esterilizar en la operación aumenta los riesgos de infección del VIH/SIDA y los problemas de salud a largo plazo, como las infecciones que pueden provocar esterilidad, la hemorragia, las menstruaciones dolorosas y los partos potencialmente fatales.
En muchas culturas africanas se considera el clítoris como un resto indeseable de la personalidad masculina que ha de ser eliminado del cuerpo femenino Los países africanos islámicos acuden a la interpretación de algunos versículos del Corán, a pesar de que el origen de esta costumbre no tiene nada que ver con el Islam. Pero muchos “hombres sabios” musulmanes africanos se han apuntado a la barbarie y han especificado ,con todo detalle, desde la conveniencia moral hasta las circunstancias mecánicas de la intervención. El encargado de la operación puede ser el barbero que podría emplear la misma herramienta para esterilizar al ganado o para arreglar un par de sandalias, que para rapar una barba o segar un clítoris.
Las consecuencias de esta operación son infecciones y hemorragias, que terminan no pocas veces con la muerte. A largo plazo también puede provocar una retracción defectuosa de la piel que ocasiona una manera peculiar de andar (pasos cortos y rodillas juntas) muy apreciada por los machos dominantes. También provoca la incapacidad física de experimentar sensación placentera derivada del contacto sexual.
¡Qué mas da! Cualquier orgasmo requiere la suficiente estimulación, en intensidad y tiempo, de la plataforma orgásmica (clítoris,capuchón y labios menores). Quien dedique sus afanes a una parte concreta (clítoris, labios menores…) logrará orgasmo. Quien incite la plataforma de forma indirecta (masajeando los labios mayores, revolviendo el monte de Venus, apretando los muslos, apretando todo el pubis sobre un cojín, o sobre un osito de peluche, o sobre la pierna del noviete…) llegará igual. Durante el acto sexual, propiamente dicho, el negocio es más difícil. Requiere que los cuerpos de los dos contendientes se aprieten, pubis contrapubis, de forma que la plataforma orgásmica se sacie de apreturas. También es posible que mujeres hábiles «pillen» el orgasmo durante el acto sexual, simplemente apretando los músculos de los muslos y del recto. Algunas afortunadas (pocas) tienen orgasmos solamente con excitaciones mentales.
Digan lo que digan, pocas veces «el varón provoca el orgasmo a la mujer». Es la mujer quien lo «captura» con la ayuda de su compañero.
Aquella famosa frase «no hay mujeres frígidas sino varones inexpertos» me ha parecido siempre desastrosa. Eleva la mujer a la categoría de un instrumento musical («no hay guitarras malas sino guitarristas inexpertos»). Creo que remeda una frase de San Pablo («no hay mujer honesta sino mal trabajada») que también se las trae. Lo correcto es pensar que si una mujer tiene algún tipo de dificultad sexual, es ella, en primer lugar, quien tiene que preocuparse por aprender a corregirlo. No quedarse tendida pasivamente en la cama esperando que el compañero adquiera experiencia.
Todas, todas las mujeres, tienen la posibilidad de tener orgasmos. Las condiciones son:
Repasémoslas una por una.
El lugar adecuado puede ser cualquiera que, de forma directa o indirecta, presione la plataforma orgásmica. Veamos los lugares y las técnicas:
La forma adecuada es la que cada mujer considera adecuada para ella misma. Si la mujer tiene experiencia en masturbarse, lo mejor es que comunique al hombre cómo lo hace, o que haga una demostración práctica.
Hay mujeres que prefieren la estimulación con los dedos, otras con la lengua, otras seleccionan el frotamiento de los genitales con el cuerpo del compañero. Los vibradores y las duchas de teléfono (más estas últimas) son fuente de consuelo para muchas señoras respetables. Pueden utilizarse también en la relación de pareja.
El acto sexual, propiamente dicho, puede ser una «forma adecuada» si la mujer ha aprendido a pescar el orgasmo apretándose contra el cuerpo del hombre en cada movimiento de la penetración y ejercitando las tensiones musculares antes comentadas. En el caso contrario, el acto sexual, propiamente dicho, es una de las formas más cansadas e inoperantes para que las mujeres lleguen al fascinante y reparador orgasmo.
Aquí si que hay variaciones para todos los gustos. Es normal que una mujer, masturbándose en solitario, alcance su orgasmo en periodos relativamente cortos, de uno a cinco minutos. Pero esa misma mujer, en una relación sexual con compañero, puede tardar entre quince y treinta minutos en llegar al delicioso final.
Ello es debido a la importancia del «componente psicológico». En la masturbación solitaria, el componente psicológico es fácil de controlar por la misma mujer. Bastantes mujeres, una tercera parte al menos, no tienen fantasías eróticas durante la masturbación. En cambio, en los varones, las fantasías aparecen en el cien por ciento.
El «componente psicológico» en la mujer, no es, necesariamente, de naturaleza sexual o erótica. Las lecturas usadas por los hombres al masturbarse son, con gran preferencia, las de tipo pornográfico. En cambio las mujeres prefieren novelas románticas. Otra circunstancia que retrasa la obtención del orgasmo en compañía, es la voluntad de alargar el acto (para disfrutar más tiempo). Desgraciadamente, la mayor parte de las veces que el orgasmo femenino se retrasa, es por la ineficacia de las técnicas que las parejas emplean de forma habitual en el coito.
Los componentes psicológicos, en la sexualidad femenina, son mucho menos sexuales que los del varón. El hombre reacciona con presteza a los estímulos sexuales, en tanto que la mujer es más calmada en su reacción. Para las mujeres, lo más importante es sentirse relajadas, tranquilas, seguras. Si aprecian urgencias en el varón, pueden quedar bloqueadas al percibir que ellas no vibran con idéntica rapidez o facilidad.
Por lo tanto, cuando hablamos de componentes psicológicos no nos referimos a componentes sexuales ni eróticos. El consabido «período de preparación» en el que las parejas se acarician, antes del acto sexual, no es (para la mujer) propiamente un periodo de preparación sexual, sino una manera de transmitir afecto y sexo no exigente.
Las parejas de novios, a la manera clásica, tienen experiencia en periodos de caricias, besos… antes de llegar a la relación sexual más íntima. Incluso es frecuente que las caricias, a la larga, incluyan los pechos y los genitales. Tales caricias (lo que los americanos llaman «peeting» y nuestros parientes mexicanos «faje») sin orgasmo o con orgasmo, suelen coincidir con fases de mucho cariño y pasión. De ahí que acostumbren a ser muy satisfactorias y apetecidas por ambos miembros de la pareja.
Pero cuando se dispone de poco tiempo, junto a los problemas que la convivencia acarrea, las fases de caricias pueden irse acortando, lo que no favorece las cosas al perturbar la necesaria relajación de la mujer. En tales circunstancias, las mujeres perciben como desagradables las aproximaciones rápidas o las muy evidentes. Hay maridos que ni se acuerdan de que sus mujeres existen, excepto cuando les apetece sexo. Tales días se ponen mimosos, o besan a sus esposas en el cuello sin que venga a cuento. Si la mujer, el resto de los días, no recibe ni el beso de los buenos días, no es extraño que reciba con desagrado las muestras de afecto que intuye falsas, y que resultan la señal inequívoca de que el marido ese día quiere juerga.
Veamos las fases de la respuesta, las cuales, en la gráfica, se exponen sobre la del varón.
En el momento de acercarse el orgasmo, el enrojecimiento aumenta en relación a intensidad de la excitación. Apenas se inicia el orgasmo, la mujer sufre una pérdida del control voluntario muscular. Contracciones y espasmos aparecen en los músculos de todo el cuerpo, y muy especialmente en los de la zona genital. Asimismo se contrae el esfínter rectal, con sacudidas involuntarias.
El ritmo respiratorio aumenta hasta 40 inspiraciones por minuto, el doble de lo normal en reposo. El ritmo cardiaco se incrementa hasta 180 latidos / minuto. Coincidiendo con el orgasmo, se presentan unas cuantas contracciones de la plataforma orgásmica, de 5 a 12 veces, así como del útero. El fin de estas contracciones marca el final del orgasmo.
¿Un orgasmo o varios?
De acuerdo a lo que decíamos en el parágrafo anterior, las mujeres tienen capacidad para tener orgasmos múltiples en una sola sesión. La mayor parte de ellas se sienten satisfechas con un solo orgasmo, pero podrían ser reexcitadas al carecer de periodo refractario.
En algunas de ellas se producen contracciones orgásmicas en número muy superior a las doce que antes citábamos como habituales. Al hablar de estas experiencias pueden citar «orgasmos repetidos, hasta más de cien». Es probable que se trate de un solo orgasmo, aunque -eso sí- muy largo y ostentoso.
Formación académica
Formación específica en Hipnosis Clínica.
Gabinet mèdic i psicològic Dr. Romeu i Associades.
Título de experto universitario en Terapia Cognitiva.
Universitat Ramon Llull.
Licenciatura en Psicología.
Universitat Oberta de Catalunya.
Licenciatura en Ciencias de la Información, especialidad
en Publicidad y RRPP.
Universitat Ramon Llull.
4 Comments
Es interesante, gracias
ley de vida muy saludable inigualable
Buenos consejos, recomiendo el uso de juguetes sexuales, suele ser muy bueno en una relacin de pareja, siempre tratando de existir mucho comunicacin entre sus gustos.
Muy interesante la verdad muchas gracias