Una pareja llega a mi consulta. Vienen para asesorarse acerca de un problema sexual. A Julia (26 años, cultura media) le es imposible tener orgasmos durante el acto sexual. Se cree frígida. Néstor (28 años, cultura universitaria) también cree que su mujer se ha vuelto frígida.
Durante el noviazgo no habían mantenido relaciones sexuales completas, pero sí caricias íntimas. En esa época, la chica alcanzaba el orgasmo, bien por las caricias íntimas, bien apretándose fuertemente contra el cuerpo de su compañero mientras se abrazaban y besaban. Desde que se casaron (hace un año) las relaciones consisten en «hacer el amor», o sea, realizar el acto sexual. Desde entonces Julia no ha conseguido ningún orgasmo durante la introducción del pene. Sí que los consigue, algunas veces, si Néstor le hace caricias íntimas, pero tanto él como ella no consideran normal la ausencia de orgasmo durante el acto sexual, y creen que el orgasmo mediante caricias no es «normal del todo».
He aquí un «problema» frecuente en nuestra consulta: una insatisfacción en cuanto a las relaciones sexuales, simplemente por mala información acerca de la realidad sexual.
La verdad es que el orgasmo «normal» en la mujer, es el que se consigue mediante caricias en la zona que llamamos «plataforma orgásmica»(clítoris, capuchón del clítoris, labios menores) cuya localización exponemos en las gráficas del capítulo siguiente. El orgasmo mediante el acto sexual es más difícil de conseguir (la vagina no tiene sensibilidad para producir placer), y requiere un aprendizaje o adaptación de la pareja. Lo explicaremos en el capítulo correspondiente.
Cuando seguimos hablando con Julia y Néstor, descubrimos que una cosa que les preocupa mucho es que, en las películas eróticas y pornográficas que ven en video, las mujeres parecen gozar (y lo exteriorizan con gritos, sollozos y contorsiones) apenas les tocan la punta del pezón. Y que, durante los actos sexuales, prodigan gemidos, gruñidos y ronroneos, cuando no aullidos, demostrativos de profusión de orgasmos espasmódicos. Los varones, en dichas películas, suelen ostentar penes ampulosos y llamativos, contundentes en cuanto a su firmeza y pródigos en larguezas y contornos.
Un fastidio para los pobres espectadores que no pueden evitar la comparación mental con sus propios pertrechos, no siempre tan interesantes de cara a su exposición pública o privada. El español medio hace uso del sabio dicho «pequeña pero juguetona», si bien, en el fondo de sus fondos, no acaba de estar convencido del todo.
Las películas eróticas o pornográficas no son un modelo adecuado para obtener ideas realistas acerca del sexo. Los artistas son elegidos entre superdotados (en lo que a penes se refiere) y las artistas simulan más placer del que realmente tienen, porque así lo exige el guión.
Lo mismo cabe decir de las experiencias con prostitutas, que son una de las formas más comunes de introducirse en el mundo de la relación sexual para muchos varones celtibéricos. Cuando uno paga, recibe a cambio unas prestaciones adecuadas. Si paga mucho, accede a tener relaciones con bellezas que ni soñaría conquistar por la cara, y que, además, durante las concomitancias, prodigan aspavientos y arrumacos que simulan reacciones de placer intenso. Cuando el varón pregunta aquello de «¿Has gozado, vida?», la prostituta contesta algo así como «Follas como un dios romano», con lo que el cliente, orgulloso y celestial, suelta más mosca de la acordada.
Lo más probable es que la prostituta no haya sentido ni cosquillas pero el cliente sale de allí pensando que él es un atleta genital y que «eso es una mujer y no la bicicleta que tengo en casa». Si pagase a su esposa diez mil pesetas por cada eyaculación mas o menos precoz que le endilga, es probable que ella también aprendiese a poner cara de pasmo y a tronar de gozo durante el irrisorio cumplimiento. Por un poco más, llegaría a felicitarle efusivamente por el garbo y la donosura que exhiben sus colgajos, y por la carga erótica de su mal aliento.
Cómico, ¿verdad? Pues tan cierto como la vida misma. La visión de películas eróticas, la contemplación (no me atrevo a decir lectura) de revistas sicalípticas y el acceso a prostitutas, son los medios más frecuentes, para los varones patrios, en cuanto a aprender comportamientos sexuales.
¿Y las mujeres? Ellas son más dadas a buscar libros más o menos serios, pero no es raro que acaben hechas un lío cuando comprueban que la mayor parte de los maridos piden, exigen o exponen comportamientos que los libros no prevén.
En mis cursos sobre sexualidad, una de las partes más bien recibida esl a concerniente a diferencias entre el comportamiento sexual de hombres y mujeres. Insistiremos sobre ello en este libro, así como en las pautas de «normalidad»que, esperamos, harán comprender a gran cantidad de mujeres (y de hombres) que son perfectamente normales, aunque no exhiban orgasmos espontáneos o penes gigantescos y lustrosos.
Formación académica
Formación específica en Hipnosis Clínica.
Gabinet mèdic i psicològic Dr. Romeu i Associades.
Título de experto universitario en Terapia Cognitiva.
Universitat Ramon Llull.
Licenciatura en Psicología.
Universitat Oberta de Catalunya.
Licenciatura en Ciencias de la Información, especialidad
en Publicidad y RRPP.
Universitat Ramon Llull.